Creando comunidad
Miranda habla sobre la comunidad y sobre sentirse en casa en la creación durante la conferencia BMS Catalyst Live en Manchester, en noviembre de 2013
Comunidad es una palabra difícil de definir. En algunas culturas tiene connotaciones poco útiles, ya que tiene un trasfondo de secta religiosa y tiende a despertar sospechas de inmediato, incluso hostilidad. El escritor americano Wendell Berry la describió como “una interdependencia entendida localmente de la gente local, la cultura local, la economía local y la naturaleza local…” Karin Boisclair-Joly (que ha trabajado con A Rocha en Portugal, el Líbano, Canadá, y Francia) lo ha expresado así: “la comunidad es un lugar donde cada miembro se identifica con amor, como una parte del ente mayor dotada y creada exclusivamente. Desde dentro de la comunidad, la declaración de la misión de A Rocha –mostrar el amor de Dios por toda la creación– se materializa, y entonces el proyecto de trabajo toma impulso. Los centros de estudio de campo pasan a ser ‘lugares reales y divertidos donde estar’. Me gusta.
Desde los primeros días de A Rocha en Portugal, a medida que más proyectos emergían en otros países, nuestra comprensión de la comunidad ha evolucionado. Al principio el concepto de familia extendida, más o menos bajo el mismo techo, con líderes, miembros del equipo, voluntarios y visitantes, en relación al contexto geográfico local, parecía totalmente adecuado. Pero el concepto depende menos de la proximidad física, quizás, que de la interdependencia personal. Podríamos incluso llegar a sugerir que todas las Organizaciones Nacionales de A Rocha forman en sí mismas una cierta comunidad, mantenida por las visitas mutuas, cartas, correos electrónicos, llamadas por Skype y las plegarias. Sin embargo cada una tiene algo más visible, más tangible, en su corazón. A medida que hemos reflexionado sobre el tipo de comunidad que comenzó a surgir en las décadas de los 80 y 90 en Cruzinha, algunas convicciones han empezado a arraigar y han asumido una mayor importancia.
En primer lugar, la comunidad no es solo para aquellos que se puedan inscribir para un set especial de creencias o prácticas, una especie de ‘grupo religioso’. Puede crearse con gente de convicciones religiosas similares, diferentes, o sin convicciones en absoluto. Muchos conservacionistas muy comprometidos y efectivos que visitan los proyectos de A Rocha no se describirían a sí mismos como cristianos, pero sienten un profundo respeto –incluso reverencia– por la creación, y han adaptado sus modos de vida y a menudo sus prioridades profesionales de tal manera que nos avergüenzan a muchos de nosotros. Lamentablemente, conocemos a mucha gente que está abierta a la idea de un Creador que nos ama, pero que tropiezan con la aparente indiferencia de su descendencia ante la creación. Por lo tanto, hemos tenido que escuchar cosas duras y a veces dolorosas, y tenemos mucho que aprender de quienes han pasado a formar parte de las comunidades A Rocha procedentes de entornos diferentes.
En segundo lugar, hemos descubierto que vivir y trabajar juntos en distintos tipos de comunidades aporta visibilidad a lo que decimos creer. Si ser cristiano significa que cada parte de nuestras vidas se transforma debido a nuestra relación con Dios, entonces un montón de actividades que la mayoría de la gente no considera ‘religiosas’” comienzan a verse y a sentirse de manera muy diferente. Por ejemplo, lavar, cargar información, colocar redes antes del amanecer, anillar aves limícolas, acoger a visitantes curiosos o a otro grupo de escolares, pelar patatas o acostar a los niños. Existe una tendencia a esperar un comportamiento religioso de la gente religiosa. ¡La ausencia de un ritual eclesiástico y un énfasis evidente en la buena ciencia, la buena comida y la Buena diversión pueden ser encantadoras! Sin embargo, el ser ‘real’” no siempre es bonito. Esos momentos más difíciles, comunes a todas las relaciones comprometidas, también suceden en público y hay que trabajar en ellos. Por lo tanto, disculparse con alguien por algo que uno dijo o hizo sin pensar, hablar sobre ello, perdonar y ser perdonado, y progresar hacia una relación más fuerte que la anterior, puede ser un proceso observable. Incluso si el precio de la realidad es enfrentarnos a nuestras propias debilidades y fallos de carácter, el resultado parece ser atraer a la gente en lugar de hacerla sentir excluida. Y qué gran alivio descubrir que los cristianos no son cualitativamente diferentes del resto de las personas, sólo son perdonados y amados.
Todas las comunidades de A Rocha son como retazos de personas corrientes que trabajan juntas en pos de objetivos comunes con las limitaciones de personalidades, nacionalidades, prioridades culturales y trasfondos religiosos muy distintos, a menudo en circunstancias difíciles y aisladas. Es importante comprender que el signo de una comunidad saludable no es el evitar el conflicto, sino ser capaz de manejarlo; no es eliminar las diferencias, sino aprender a deleitarse en las mismas; no es rodear las dificultades, sino trabajar para resolverlas; y estar dispuestos a cambiar la independencia y auto-suficiencia por la interdependencia y el mutualismo. En A Rocha este principio funciona solo no únicamente a nivel de los equipos que viven cerca o unos con otros, sino dentro de las comunidades locales a las que pertenecen, las iniciativas de conservación de las cuales participan en particular, y otras organizaciones nacionales o internacionales con las cuales colaboran.
Existen tantas maneras de expresar comunidad como personas que intentan descifrar lo que significa. Muchos de nosotros estamos de acuerdo en que ya tenemos una relación con Dios, unos con otros y con el mundo natural. Parte de la tarea de A Rocha, sin importar nuestros diversos puntos de partida, es trabajar juntos para hacer que estas relaciones reflejen de manera más clara el amor de Dios por toda la creación, humana y no humana. Como dijo el salmista, “Del Señor es la tierra y TODO lo que hay en ella.” (Salmo 24.1)
Miranda Harris (Co-fundadora de A Rocha)